jueves, 17 de abril de 2014

La escritura de "Los andamios de los pájaros"

Con el poemario, en la biblioteca
de la Diputación de Segovia.
(Foto Alberto Orejas)
En las entradas iniciales he publicado el texto previo que me sirvió como cimiento para preparar el libro. Después de esas reflexiones y algunas más que me ocuparon paseos y hasta sueños, y que fui entreverando con recopilaciones de artículos donde se vertían reseñas críticas de la exposición de Mariano, así como la contemplación de las imágenes de los cuadros, fue llegando la inspiración.

No había orden ni concierto en la escritura de los poemas. Era el cuadro quien llamaba a la puerta, pedía paso y empezaba a contarme sus cosas. Poco a poco, pero sin lugar a la pausa, fueron naciendo las primeras versiones. Pero eran eso, primeras versiones.

En alguna ocasión Mariano ha comentado que pinta directamente sobre la tabla. A medida que trabaja, que el cuadro emerge, corrige, retoca, avanza en una dirección u otra. Algo así iba sucediendo con los poemas.
Algunos apenas han sufrido variaciones desde la primera redacción, acaso los menos. Otros, sin embargo —aunque no tantos—, se parecen en poco o casi nada. Evolucionaron hasta su forma definitiva poco a poco.
Existe una primera versión de este libro que casi nadie conoce y que  yo mismo tengo prácticamente olvidada con una ordenación similar de los poemas (mas no idéntica). Digamos que ahí me detuve unos meses.
Otras «obligaciones» literarias se cruzaron –por suerte- en esta tarea. La redacción de una novela no muy larga y la edición de Oscurece en Edimburgo que implicaba presentaciones, artículos, etcétera.
La escritura del libro (al menos en su primera redacción) es anterior a Quizá un martes de otoño, mi anterior poemario publicado. Pero este pequeño misterio quedará aclarado un poco más abajo.
Este tiempo en que el libro descansó fue bueno, muy bueno.
A veces, algunos humanos, entre los que me encuentro, sentimos una impaciencia desmedida por dar a conocer la obra, por compartir el resultado. Pero en esta ocasión, otras ocupaciones consiguieron frenar semejante ansia, lo que provocó en mí un alejamiento de los poemas que me hicieron volver a ellos, meses más tarde, ya con el verano de 2011 en lo más alto. La mirada era más crítica, más fría, no tan pegada a la sensación que provoca la inmediatez de la creación. Eso supuso, que la segunda versión de este poemario, en algunos casos fuera una reescritura del poema.
Y aquí aparece en escena nuestra común amiga Isolda.
Ella, entre otras muchas cosas, además de soportarme como amigo, es amante desde la infancia de la poesía y una exquisita y amplísima lectora. Así que me encomendé a ella para que opinara, para que propusiera correcciones. En muchas ocasiones los ojos ajenos descubren mejor que los propios errores que deberían saltar a la vista, pero que no terminamos de ver: una palabra que se repite más de la cuenta, un verso que sobra, un verso cuyo ritmo, de pronto, se tropieza y hace que el poema se trastabille hasta caerse.
Finalizada esta tarea, una noche, lo recuerdo perfectamente, decidí cometer un acto de locura y envié el poemario a Javier Sánchez Menéndez. No sé, quizá fuera septiembre de 2011.
Aquel acto fue previo a que la enfermedad de mi madre, la que me empujó como terapia a escribir unos meses después Quizá un martes de otoño. Si no hubiera enviado el poemario aquella noche al poeta y editor gaditano, quizá nunca lo habría hecho.
Conocí –si es que se puede decir así- a JSM a través de Twitter. Allí descubrí primero al poeta, siguiendo su blog Al filo de laespada, y después –casi de inmediato- su tarea como editor.
Desde que supe de su editorial y tuve acceso a buena parte de su catálogo –en parte por su desbordante generosidad-, para mí fue un sueño poder formar parte de tal nómina al menos con un poemario.
Desde el primer momento Javier fue muy sincero. En realidad creo que siempre lo es. Me dijo que tardaría unos meses en darme respuesta, pero que lo haría con total y absoluta claridad. En varias ocasiones había hecho gala de ello, así que no tenía razones para dudar, y no dudé.
Pero llegó la galerna a la familia, en forma de enfermedad. No voy a repetir nada de ello, ni siquiera lo voy a comentar, simplemente lo señalo. Son tantas familias las que se ven abocadas a semejante situación por una dolencia u otra que no es necesario abundar más en el asunto.
Aquellos meses, desde septiembre hasta abril o mayo de 2012 fueron como vivir en otra realidad. Tanto que, como he apuntado más arriba, nació otro poemario que envié a otra editorial –en este caso UnariaEdiciones— que unos meses después, en enero de 2013, tuvo a bien publicarlo.
Es decir, Los andamios de los pájaros obligatoriamente entraron en otra fase de silencio. Hubiera sido absurdo una edición casi coetánea de ambos poemarios.
Y de nuevo el silencio y la espera fueron buenos, muy buenos, porque los versos podrían decantarse un poco más, en caso de que La Isla de Siltolá hubiera decidido su publicación…
Al menos no tuve comunicación en tal sentido, hasta mayo de 2013. Para entonces estaba decidido a darle una nueva vuelta al poemario.
Asumí que el silencio de Javier se debía a que el poemario no cuadraba en su catálogo. Como me había prometido su contestación, le pregunté, y de su respuesta, deduje su extrañeza. Es como si desde el principio, el editor pensara que me había dicho que lo publicaría. No lo sé con exactitud, pero así parecía desprenderse de sus palabras, que daba a entender que ya me había anticipado su placet. Quizá algo se me había escapado.
Es decir desde mayo o junio del año pasado sé que este libro llevaría el sello de Siltolá para ir volando por el mundo en su primera edición. Y se habló de fechas desde el inicio. Ambos convinimos en que era bueno para mí separar un poco la edición de Quizá un martes de otoño  de la aparición de Los andamios de los pájaros. Por entonces andaba madurando la salida de una nueva colección de poesía, Tierra, y me preguntó si me apetecería formar parte de la misma. ¿Cómo no iba a apetecerme?
Ahora que conozco a cada compañero de viaje, hasta siento un poco de vergüenza de estar codo a codo con ellos. Si no la conocéis, espero que supláis tal carencia de inmediato.
El caso que el verano pasado, tuve la nueva opción de revisar e intentar depurar un poco más los versos. Y de nuevo, la infatigable Isolda estuvo al quite.
Una vez que concluimos esa tarea, decidí que otra persona le echara un último vistazo. María Luisa Arnaiz (profesora de literatura y amante también de la poesía) se prestó gustosa a la propuesta.
Y el libro, al fin, quedó tal y como ya está en las librerías y en los hogares de algunos buenos amigos.


"Los andamios de los pájaros" en la Librería Antares de Segovia
(foto de mi móvil)


4 comentarios:

  1. Es curioso, apreciado Amando, leyendo lo que antecede; ese generoso y desnudo "paseo" por la mente de un escritor; sin duda fruto de una indomable sensibilidad, pues de no ser así no habría tal escritor, nos ayudas a comprender y apreciar las interioridades del proceso de escribir. Gracias por tu sincera descripción.
    Con afecto
    Terrón de tierra

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  2. Me encanta que recuerdes cada momento en el tiempo. Aunque me suena todo, siempre es un placer leerlo de tu mano.
    Besos, querido Amando.

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  3. Me encanta leer las entretelas!!!
    Es como ingresar en el corazón de la intimidad del poeta y caminar con él hasta que se ve el libro "volando entre los pájaros"..

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  4. Leí por vez primera estos andamios (dedicados por su autor, en la amistad y en los versos...) a la vuelta de Segovia. Los dejé macerar. Ahora navego por esta estructura, por su desarrollo a lo largo del tiempo, y los releo. De otra manera, de atrás hacia delante, como hago con los textos que me interesan. También de forma anárquica, a saltos, como si estuviera en un andamio, supongo. Detecto temblores ocultos, espacios que no capté antes, latitudes que descubro tras conocer su génesis. Lo disfruto más, de otra manera.
    Por cierto, me interesan especialmente los capítulos V, VI y VII, ya me gustaría comentarlos personalmente, ante un café segoviano.
    También tercio en el debate sobre categorías literarias del autor. A mi siempre me pareciste poeta, en la ficción novelada que te he leído, se distrae tu concepto de la palabra, algo distante de la tensión narrativa. Eres poeta, digo, pero poeta en prosa especialmente. Eres más tú en ese verso deshilachado, cuando tu tendencia clásica, que dominas a la perfección, te deja el día libre. En los andamios queda claro.
    Pero no me hagas mucho caso, cada vez entiendo menos de esto. Y de todo.
    Abrazos especiales, compañero tocayo.

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